Con una mirada dulce,
te recuerdo,
recuerdo el vaivén de tu pelo sobre la almohada
cuando con mi respiración se agitaba.
Te recuerdo y no sé qué hacer
porque un extraño hilo de saliva me ata a esta silla
lejana de tu lugar,
que aún conserva, asombrosamente, un poco de tu calor.
No sé si esto dentro de mi es amor
ni sé siquiera si es querer,
pero nada me detiene de pensar en ti a cada momento.
Con un dulce sabor a flor primaveral
y un olor suave de amarillo pálido,
te veo
sentada frente a mí,
con esa sonrisa un poco torcida, casi una risa completa,
y esos ojos que me atrapan, me hacen ignorar a todo y a todos
-eres un peligro, mujer, eres un peligro-
porque no puedo evitarlo, no puedo.
Y, si cada verso que escribo se perdiera
y cada fotografía se quemara
¿qué?
¿Un árbol deja de ser árbol si no hay más árboles a su alrededor?
¿Un ave se sabe ave si nunca ha visto otra?
No lo sé, cariño, no lo sé
pero, tómate otra botella conmigo
y lo averiguaremos.
Quiero confiar en mí pero no puedo
no me basto
un solo verso me basta pero yo no.
Quiero contar conmigo, saberme aquí
pero mi presencia me resulta eludible
me resulto extraño.
Aún cuando aspiro el cigarro
aún cuando bebo la cerveza
no estoy.
Quiero escribirme pero no me encuentro
no me veo
apenas y me puedo inventar.
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