Monday, April 21, 2008

Logica

La lógica del mundo me desmaya
su grito agudo y euclideano me destroza
-soy caos-
prefiero el desorden-
La geometría me aterra,
prefiero el espacio desconocido aún entre la supernova y el hoyo negro.
(el infinito en el cinturón de Orión)

El resplandor de tus ojos

En el resplandor de mi anillo de ónice
contemplo tus ojos
-verdes como el fondo del mar de mi tierra-
profundos como el espacio entre las estrellas en mi cielo
Cierro mi puño y tus ojos desaparecen.

Muerte v.1

Con mi muerte a mi lado camino por calles y avenidas,
entre edificios que auguran un escape que nunca se aproxima.
Me sé perdido como el sol se sabe solitario
pero no brillo
-no, ay, no-
solo, con mi muerte a mi lado
camino.
Entro a puertas oscuras y me sé todavía más extraviado,
solo entre decenas de personas
-perdidas pero inocentes, ingenuas-
ay, mi inocencia,
partió con la llegada de mi muerte.
Ahora converso con ella
día y noche,
nosotros dos, solos,
incomprendidos… tal vez,
o quizás nos rehusamos a comprender al mundo.
Sencillamente, somos dos
en espera de ser uno.

Uno que tarda en llegar
y dice que no llegará hasta que el último sol salga,
la última luna se nos despida con un guiño cómplice
y un epíteto arcaico.

Hasta ese entonces, caminaremos
-hacia ese entonces-
en búsqueda del eterno tiempo perdido;
ambos sordos
ciegos
brutos,
separados del otro por el espacio infinito entre dos estrellas del universo,
conscientes sólo de nuestra mutua presencia
por nuestro hedor
-mi hedor-
a hombre putrefacto.

Salgo de nuevo por el umbral
y mi muerte me cede el paso,
la luz iracunda del sol me ciega
(de nuevo)
la ciudad me espera,
acechándome en cada esquina solitaria.

¿Cómo escapar de ella si la sostengo entre las fibras de mi corazón?
¿Cómo huir de ella si está dentro de la médula de mis huesos más pequeños?

Sé como esto terminará
-lo sé-
pero lo evito
huyo por las avenidas más transitadas
y me pierdo
voluntariamente ahora
entre el río de personas.

Perdón v.1

Perdóname por quererte
por olvidarme quién fui
antes de tu llegada,
por añorar todo tu…
y ceder mi estado completo
mi tiempo
mis anhelos,
perdóname por no recordar
qué color eran tus ojos.